Ahora entiendo del por qué de sus continuas salidas de noche. Cada vez que llamaba a su casa pasada las 8 solo una respuesta: No se encuentra, ha salido.
Mientras yo regresaba del trabajo, ordenaba materiales para el día siguiente o esperaba a que se conectara desde su ordenador ella divagaba en los jardines, en las plazas y parques con sus amistades y sus nuevos conocidos.
Llamé a su casa muchas veces más hasta que una noche me contestó con furia su abuelo: No vuelva a llamar más!
Dejé de llamarla. Ella tampoco llamó.
Por conocidos en común me enteré que meses después paseaba del brazo y besándose con otro sujeto que había conocido en la plazuela a unos metros de casa.
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