Ella buscaba sentirse la persona más libre sobre la faz del planeta. Sin pretender intentarlo dejaba de lado a personas que se le acerbacan heridas de alguna manera, pero, no sospecha, que aquella libertad de la que hace gala y con la cual maneja su vida a antojo será la causa de su inevitable perdición.
Sannd había terminado el día anterior con Robbie. Le llamaba así estúpidamente sólo para darle un tono burlesco a su modo de ser un tanto sumiso y querendón para con ella. Aunque detestara admitirlo, era uno de los pocos muchachos que la había tratado con un poco de cariño y respeto, y quizás, fue ese el craso error que hizo breve su relación con él. Ella no quería ser respetada y ser tratada como una princesa del siglo pasado, se decía. Las princesas y los príncipes azules y toda esa absurda felicidad eran sólo una malsana invención creada para engañar a los mocosos en etapa escolar. Ella se había dado cuenta de la realidad y era lo que primaba. Necesitaba experimentarlo todo, no tener limites ni lealtades, saberlo todo así supiese que la vida a tristes cuentas resultaba una simple mentira y al final de todo este trágico cuento fuera ella la única con heridas incurables. Había roto el corazón al buen Robbie y para mejorar su ánimo había quedado en salir hoy con sus pocas amigas de la preparatoria y comentarles – así como enterarse - de las buenas nuevas o las malas noticias de las demás. Ayer, para ella, ya pertenecía al pasado.
Llegó a la bahía después de medio día y allí se encontraban ya Angela y Cristine con algunos amigos más. Un breve saludo entre Sannd y ellas dio luego paso para que Cristine presentará a su amiga al grupo de chicos:
- ¡Muchachos esta es mi amiga Sannd! ¡Estaba hasta hace un par de semestres en la preparatoria y ahora estudia Abogacía! ¡Diganle Hola!
Un poco efusivo saludo a la distancia cerró la poco afable presentación de Sannd sin que ella hiciese algún caso de esto.
-¿Pero cuéntame como has estado Ángela? ¿Y tu, Cristine? – preguntó Sannd. - ¿Qué ha sido de ustedes dos? Si no hubiese sido por la casualidad de tener en sesión la vieja cuenta del mensajero en el ordenador y que se conectara Angie justo cuando estaba por cerrarlo no estaría acá.
- Si pues Sannd. Ya no hemos tenido mucho tiempo para comunicarnos. Con esto de que cada quien inicio estudios en diferentes áreas ya todo fue distinto. Pero, Cristine y yo nos seguimos viendo seguido. ¡La que se ha apartado eres tú! – Contestó Ángela.
- Bueno, yo casi tampoco he tenido tiempo para nada. Aparte de estudiar, encontré un trabajo; y entre la casa e ir a estudiar, tampoco he tenido tiempo. – Repuso Sannd.
- ¡Lo que fuere chicas! ¡No ha pasado tanto tiempo! Hay que recuperar lo que hemos perdido y pasarla muy bien lo que queda del día! – Exclamó Cristine.
- ¡Si, tenemos que pasarla gratamente como cuando éramos compañeras en la preparatoria! – Dijo alegre Ángela.
- ¡Bueno tampoco digas eso Angie! - dijo Cristine – ¡No hagas recordar a Sanndie la forma rápida que tenía ella para abordar a los muchachos! ¡Recuerda que estamos con nuestros enamorados! – Esbozó una leve sonrisa mientras miraba a su amiga..
Sannd recordó fugazmente esos momentos hacía un par de años cuando tenían ella y sus dos amigas esas desenfrenadas salidas con algunos chicos que conocían en un foro de gustos musicales en una web caducada ya. Las salidas intempestivas a los bares menos esperados, bebiendo alguna que otra bebida alcohólica mientras su enamorado de turno leía alguno que otro poema maltrecho para después ir ya ebrios a un lugar mas apropiado para hacer el amor; las proyecciones de películas independientes en donde las protagonistas tenían sexo promiscuo con el mejor amigo de su enamorado-amante (recordaba que en ese tipo de escenas era cuando un tal Ritchie aprovechaba para meter la mano por debajo de su pantalón y de su calzoneta así como tocar de rato en rato sus senos mientras la besaba frenéticamente dejando de lado la película, y a ella le gustaba); o simplemente las caminatas casi interminables hablando estupideces con el chico pelirrojo mientras fumaba algo de marihuana para luego descansar en la casa de éste. Eran los pasajes habituales en esos días. ¡Que tiempos! – Se decía para si.
- ¡Sannd que te parece si jugamos a algo! – Dijo Cristine, de pronto.
- Bueno la verdad no se – contestó – Me agradaría antes dar una vuelta por la playa para recordar viejos tiempos. Hace mucho que no vengo a éste lugar.
- ¡Cómo gustes amiga! – respondía la muchacha – Te estaremos esperando. ¡Sólo no te pierdas con alguien más!.- Esbozó una nueva sonrisa.
Recorrió el viejo malecón mientras los pensamientos se venían de a pocos a su mente. Se dibujaban en su memoria las imágenes de cuando Fredie le tomaba fotos en esa misma bahía en la estación de invierno y cuando le propuso hacer el amor en la abandonada y discreta caseta de vigilancia cuando cayese la noche. Recordó que la propuesta le había resultado tan excitante que no pudo negarse a la idea de estar desnuda con alguien a quien apenas conocía en un lugar en donde podría ser descubierta por cualquiera. Recordaba también que Fredie no volvió a dar señales de existencia luego de esa extraña locura. ¿Qué habría sido de ti Fred? Caminó largo rato y meditó que dos años le habían parecido casi dos décadas y se sentía, pese a su juventud cronológica, una vieja cualquiera. Su rostro empezaba a dar señales de manchas de Rochard y ella suponía que se debía al estrés y a la agitada vida que había tenido esos últimos meses en el trabajo por las mañanas. La vida es una constante rutina que debemos destruir así nos lleve a la destrucción acelerada, pensaba. Pensaba, también, que ella no era una chica mala después de todo. ¿Quién diablos podría juzgarla por cómo llevaba o no su sexualidad? ¿Quién diablos podría juzgarla a ella por las pretensiones serias o no de sus sucedáneos amantes cuando ella era un ser libre ante todo? El amor solo termina atando a las personas y eso no va conmigo, se decía. Pensaba que, haciendo una analogía un poco complicada, ella era como los gatos por que había concluido que éstos sólo necesitaban de ellos mismos así dejaran el hogar y el cariño del amo para seguir sólo a sus propios instintos. Sin proponérselo se había alejado ya de donde se hallaban los centenares de bañistas y se hallaba sola en alguna sección rocosa un tanto peculiar en donde golpeaban las olas de manera simétrica. En ello, ve que un muchacho bien parecido sale reluciente, bronceado de las aguas, acomodándose y escurriéndose el cabello para atrás mientras se dirigía hacia donde se encontraba ella, diciéndole:
- ¡Tendrías algo de bronceador , por favor! ¡Me esta matando la erisipela en la espalda!
Sannd solo atinaba a mirarlo tímidamente mientras cada vez más se acercaba éste a ella. Era un tipo bello como salido de alguna de esas películas de bajo presupuesto que tanto agradaba mirar. Su pelo, su nariz, y el resto de sus facciones eran un todo simétrico que denotaban cierta perfección de la cual ella carecía; su cuerpo semidesnudo era como aquellos de las portadas de ropa que tanto le gustaba mirar en los catálogos que traía su hermana a casa y que ella asolapadamente adoraba hurtar.
- ¡Qué si por favor tendrías algo de bronceador! – Repitió el muchacho ya muy cerca de ella mientras la sacaba de su breve ensimismamiento.
- No. La verdad no tengo bronceador conmigo. – Contestó un tanto tímida .
- Bueno, descuida. – Le dijo.
- Disculpa por no haberte ayudado.- Contesto la chica, mientras miraba discretamente el bulto que dibujaba su trusa húmeda .
- En todo caso ya esta poniéndose el sol y la quemazón va desapareciendo de a pocos. – Repuso.- No te preocupes.
Sannd dibujó una tenue sonrisa.
- ¿Qué tal cómo te llamas? – Pregunto nuevamente el muchacho – No hay mucha gente que venga a bañarse por esta parte de la playa por lo agitado de las olas, pero a mi me agrada por que estoy lejos de la algarabía de la gente.- Comentó.
- Me llamo Sannd y, bueno, yo venia con unas compañeras. Pero, quise caminar un rato sola mientras recordaba cuando venia acá hace algunos años. –Repuso.
- ¡A que bien! Venias hace mucho. Para mi también es uno de mis lugares favoritos. ¿Te molesta si me siento un rato junto a ti?
- Para nada, acabo de llegar y me agrada el panorama.
- Si. Es un panorama lindo. Algunos pescadores cuentan que por su belleza éstas formaciones rocosas son obra de Dios; pero, como muchos de ellos han encallado y destruido sus embarcaciones debido a los golpes de las olas, dicen también que fue una creación malévola para causar daño y así esparcen el rumor por todos lados. ¿No crees que deberías irte? Muchos ya se habrían aterrado con lo que te digo. La verdad creo que nada que sea tan bello como esto puede tener maldad.... – miraba fijamente a Sannd - ¿Tú que opinas?
- Este....que son leyendas un tanto absurdas. Coincido contigo. La naturaleza toda y en todo su esplendor solo puede ser hecha por alguien perfecto y bello. No menciono a Dios por que no soy creyente de las posturas religiosas, pero creo en él. Claro que no me iría de un lugar tan bello como éste solo por habladurías.
- Me da gusto saber lo que piensas. Veo que tienes una especial forma de pensar y de ver las cosas. Sino, no estarías acá espectando, disfrutando de la naturaleza, y estarías ensuciando cómo los demás el otro lado de la bahía.
Sannd sólo pensaba en el bulto que formaban las comisuras de la pequeña trusa del mozuelo mientras se encontraba sentado en la arena todavía tibia. Se imaginaba ella tumbada en la arena mientras él bufaba encima sobre su cuerpo: Era tan bello y reflexivo a diferencia de los otros ineficientes que había conocido ¿Cuántos años tendría? ¿21? ¿24?. El muchacho, cuyo nombre aún no sabia, o recordaba si es que se lo había dicho, hablaba de muchas cosas pero ella apenas y escuchaba, mientras, iba acercándosele de a pocos sin que éste se inmutase. Se encontraba sentada a su lado. La tarde había caído ya y en muy poco la oscuridad de la noche podría quizás esconder un precioso espectáculo en honor a la lujuria y la pasión; pero para ello, tenia que dar pie a la confianza y a la excitación mutua. Mostraba sus aún grandes senos por la escasa traslúcida polera que llevaba puesta y acercaba sus no tan bronceadas piernas al muchacho, esperando, que de pie a algo. Éste sólo miraba, y pareció comprender de las intenciones de ella. Sin que ella siquiera se diese cuenta el muchacho empezó a acariciarle los muslos, y de a pocos, iba subiendo sus manos para poder encontrarse con una apetecible cadera y subir más para cogerle los senos blandos hasta llegar a su boca. Sannd no se opuso a nada y aprovecho esta vez el momento para ser ella quien introdujera la mano por debajo de la trusa aún humedecida del muchacho y encontrar el bulto, esta vez mas pronunciado y tieso. Sin siquiera esperar a que el sol desapareciese por completo, casi caída la tarde, y amparados de las primeras penumbras, él no dudo en quitarle la pantaloneta y luego el calzón para colocarse encima de su acompañante y darle aquello que ella al parecer anhelaba. Acariciaba sus suaves senos y veía como sus pezones se apreciaban con notoriedad al ponerse erectos. Sannd empezaba a jadear mientras cerraba los ojos y sostenía ya a su improvisado amante entre sus piernas y con sus manos arañaba de a pocos el maltratado dorso de su acompañante. Recordaba nuevamente a Fredie, su amigo de las fútiles noches de fiesta; al que le leía versitos bobos en una noche de alcohol antes del sexo; o, al chico estúpido con el que había estado los últimos meses y que se había enamorado patéticamente de ella. Esto era la libertad. Sentir un cuerpo cálido, rabioso y frenético, en un ir y venir de sensaciones que recorrían todo su cuerpo desde lo profundo de su medula espinal hasta el extremo último de su cóccix. Este chico no había resistido a sus encantos como los demás y todavía era como antes. Podía hacer y deshacer lo que quisiese a su antojo y tenia el poder, el completo manejo de su vida sin intentar dañar a nadie. Se sentía tan bien ser amada por todos y por ninguno a la vez. Ser animalescamente poseída para luego ella denegar su amor o quizás concederlo, pero por un breve periodo. Y este chico era tan bello, tan perfecto, que si tal vez quisiese dar su amor a alguien se lo daría a él. Si, muchacho salido del mar, podría amarte si me lo pidieses, pensaba, mientras lo sentía entre sus piernas. En ello, abre los ojos para poder ver los ojos esplendorosos de su amante llenos de lujuria y excitación. Pero no ve unos ojos hermosos y su corazón empieza a palpitar fuerte y rápido. No puede creer lo que está viendo y quiere dar un grito fuerte de auxilio, pero no puede, por que tiene la lengua de su amante muy dentro de su boca y no puede liberarse de ella. Su bello y corpulento compañero de rostro perfecto no es el mismo que había visto al atardecer y al que había seducido hace minutos. Sus ojos no alcanzaban a desorbitarse por completo ante el asombro de lo horripilante que estaba viendo, su piel mostraba sus porosidades encrespadas presa del pánico. El muchacho lindo y carismático de cuerpo provocador se había convertido en una inefable criatura verde y apestosa, con escamas duras y frías que permanecía aún encima de ella. Su calidez había desaparecido y, el gélido que emanaba de su cuerpo llegaban hasta sus entrañas y sus huesos. En su entre pierna el placer se había trasformado en dolor incesante a manera de cuchillazos. ¡La estaba acuchillando por dentro y el dolor era insoportable y no podía gritar¡ . El monstruo continuaba y parecía disfrutar de esa escena de terror y de pánico que Sannd presenciaba. Entonces, empezó a decirle:
- ¡Por mucho tiempo has estado buscándome y yo te he estado esperando! ¡Tu libertad te ha traído hasta mis dominios infernales!
Sannd escuchaba aterrada mientras el monstruo carcomía sus entrañas con su gigantesca verga.
- ¡ Te intenté advertir pero no me hiciste caso, ja ja ja ! ¡Tu envalentonado y osado falso orgullo te han traído hasta tu perdición! ¡Estás en los dominios del Demonio y te llevaré hasta las profundidades de mis territorios!
Sannd por un momento logró librarse de la gran lengua que mantenía su boca ocupada y logro gritar desesperada:
- ¡No por favor! ¡Aléjate de mi! ¡Nooooooo ¡
Pero sus escasos ruegos fueron en vano. Su corazón palpitaba aún más rápido, pero declinaba en fuerzas. En su mirada se apreciaba el terror y el cansancio, que, aunado al pánico habían congelado su cuerpo así como reacción alguna. Sin poder hacer algo cómo gritar siquiera y pedir ayuda, solo pudo ver con supremo espanto como aquel ser de formas horripilantes la cogía de los tobillos – ella se aferraba con las pocas fuerzas que le quedaban en la arena - y la jalaba al mar, desapareciendo entre las gélidas olas.
Angélica y Cristine no se preocuparon por la deserción de su amiga aquella tarde, ya que algunas otras veces, Sannd había desaparecido con ocasionales amigos que luego les presentaba al día siguiente como su flamante nuevo enamorado. Esa noche ambas hicieron una pequeña fiesta en la casa de uno de los muchachos del grupo mientras comían mantecado y veían en televisión algunos videos musicales de la programación veraniega, preparándose para lo que pudiera suceder más tarde.
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